Pues sí, bebamos. Qué otra cosa podemos hacer con el señor Hemingway. Bebamos whisky hasta caer al suelo y hablemos de literatura.
Que hable de sus cuentos, de su visión de América cuando era un país que la gente pobre recorría caminando.
Que hable de carreras de caballos, de cacería y de pesca, de mujeres.
Que cuente sus historias de Cuba y de África y de París. Mi pequeño también tiene ya su currículum viajero para hablar de tú a tú al gigante americano.
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