viernes, 27 de noviembre de 2009

¿Dónde estás, John?



Última entrega del viaje americano de mi pequeño. Como se recordará, en su anterior estancia en América (véase este blog, muchas entradas hacia atrás) posó en la entrada de la casa natal de John Wayne, uno de sus ídolos cinematográficos. Cómo dejar escapar un retrato en esos descarnados paisajes que lo hicieron famoso. Ahí van dos: el Valle de la Muerte y el Cañón del Colorado.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Centauro


Ya nos hemos gastado todos los dólares que llevábamos en la cartera. Ahora, a vagabundear por el desierto. Y para desiertos, California parece haberse quedado con los mejores. De momento, ningún apache, ningún centauro, ninguna caravana de mujeres. Sólo un sol que achicharra. Vean a mi pequeño, agotado por las noches de juego, buscando la sombra de este hermoso hito que regala el camino. Agua, por favor.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Rien ne va plus

No me creían ¿verdad? Nadie imaginaba que, después de tantos meses, mi pequeño se embarcara en otro gigantesco viaje y atravesara el charco. Esta vez para ir a una zona emblemática de Estados Unidos que, mucho antes de que supiéramos de la existencia del National Geographic, ya conocíamos gracias a John Wayne, Kirk Douglas o Rhonda Fleming: el salvaje oeste. Nada más llegar, una visita obligada: el casino de Pepermill, en Reno. ¡Cielo santo! Mi pequeño nunca había pasado del cinquillo o las siete y media y, de pronto, se ve rodeado de luces de neón, de ruletas y de hombres que no paran de decir: hagan juego, hagan juego. Pues hagámoslo, qué demonios. Toda mi fortuna al rojo, o al negro, o al blanco roto, tan de moda en las revistas de decoración.

PD. Fíjense, por favor, en la perfecta consonancia entre el atuendo de mi pequeño y los colores del casino. Qué maravilla, qué saber estar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Puede ser

Puede ser un lugar exótico o civilizado, puede ser un gran metrópoli de poderosas avenidas y altos rascacielos o una humilde aldea de techos de pizarra y olor a oveja. Puede ser cualquier lavabo del mundo, cualquier juego de toallas con el que secarse tras el confortable baño. Puede ser una chica desconocida o una buena amiga la que se ha llevado en su bolso de viaje a mi pequeño y se retrata frente a un espejo que, sea cual sea la ciudad elegida, le devolverá siempre la misma imagen, idéntica, sea espejo de ricos o de pobres, sea selvático u occidental. Puede ser... ¡Ay! Puede ser cualquier cosa. Cuando los hijos se marchan de casa, ya se sabe, es imposible conocer sus destinos.
Para los curiosos: la chica del espejo es la escritora Irene Jiménez que una tarde estaba aburrida y pidió un taxi. ¿Dónde la llevamos? Al hotel Winnedumah. ¿Y eso por dónde queda? Usted meta primera y siga todo recto. Y todo recto, todo recto, se encajó en Sierra Nevada. No la granadina, no, la americana.
¿No me creen? Pues mañana tendrán más datos sobre esta fantástica aventura en el proceloso oeste americano.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Operación Pretoria



Recién llegado de tierras alemanas y sin tiempo para soñar con ese magnífico lugar llamado Baden Baden, mi pequeño se marchó con José Luis Roca, fotógrafo de pro y de contra, a la cárcel de Soto del Real, para tomar unas instantáneas de los detenidos en la operación Pretoria. Pues allá va mi pequeño, siempre dispuesto para los rotos y para los descosidos. Mientras esperaban, Roca aprovechó para darle unas lecciones sobre profundidad de campo.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Unas cuantas más de Mr. Anton Paulovich






Después de visitar el busto y ver a una serie de personas practicando paisajismo (foto inferior), mi pequeño encontró un museo en el que, ¡oh, mon dieux!, estaban expuestas las gafas que llevaba Chéjov en el momento de su muerte. Esto le entristeció. A pocos metros encontró una botella de vino con el nombre del ruso. Esto le alegró. Y así pasó el resto del día. Entristeciéndose y alegrándose, alegrándose y entristeciéndose. Vamos, como recién salido de un relato del maestro. ¿No?

viernes, 6 de noviembre de 2009

El punctum




¿Se acuerdan de ese lugar mágico que toda fotografía lleva en su interior? ¿Ese al que todas las miradas deben dirigirse para poder entender lo que se cuece en aquella olla cuadrada y estática? Es una antigua idea de un tal Roland Barthes, muy efectiva y efectista. Pues bien, hemos llegado al punctum de este blog, al lugar que todos tendrán que mirar si quieren entender por qué el autor de Los 400 golpes ha hecho lo que ha hecho. Hemos llegado a uno de los lugares más importantes de la historia de la literatura y aquí está mi pequeño para contarlo. Estamos en Badenweiler, pequeño pueblo-balneario en el que vivió sus últimos días el grande entre los grandes Anton Paulovich Chéjov. Y aquí está el balcón de la habitación de hotel en el que el gran Carver describió su agonía como nadie. El lugar es altamente chejoviano y mi pequeño tuvo que buscar y rebuscar por un espeso parque de montaña hasta dar con el busto del maestro. Aquí está todo, señoras y señores: el momento más importante de esta vuelta al mundo en cuatrocientos golpes.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Pequeños maestros


Para descansar de tanta literatura rusa venían bien unos días de asueto entre esta maravillosa cacharrería alemana. Y mi pequeño encontró el mejor de los sitios posibles, la madre de todas las jugueterías, el paraíso de la diversión: el parque de Playmobil en Zirndorf. Grandes muñecotes le dieron la bienvenida y accedieron, todos con amable sonrisa, a fotografiarse con él. Si existe un doctorado en playmobil, mi pequeño lo ha conseguido con este viaje al corazón infantil de la vieja Europa. Ya sabéis: convenced a vuestros aburridos padres que en vez de ir otra vez a Mallorca os lleven a este espléndido país de las maravillas. 

lunes, 2 de noviembre de 2009

Grandes maestros



En Alemania fuimos siguiendo el rastro de dos grandes maestros. Uno de ellos es el gigante ruso, un autor de novelas deliciosamente menores que ocupan ese lugar apartado de la literatura, donde están los bancos más escondidos y las espesuras más apartadas: Turguéniev, un autor que parece dar vueltas de un lado a otro de los grandes jardines de Rusia, Francia y Alemania; tanto que hasta sus historias de cazadores parecen desarrollarse en plácidos parques decimonónicos. Tal vez por ello encontramos el pequeño busto del maestro y un banco dedicado a su memoria en la Lichtentaler Allee, una de las espesuras urbanas más impresionantes del mundo. Va por usted, amigo Iván Sergueiévich.