jueves, 19 de noviembre de 2009

Rien ne va plus

No me creían ¿verdad? Nadie imaginaba que, después de tantos meses, mi pequeño se embarcara en otro gigantesco viaje y atravesara el charco. Esta vez para ir a una zona emblemática de Estados Unidos que, mucho antes de que supiéramos de la existencia del National Geographic, ya conocíamos gracias a John Wayne, Kirk Douglas o Rhonda Fleming: el salvaje oeste. Nada más llegar, una visita obligada: el casino de Pepermill, en Reno. ¡Cielo santo! Mi pequeño nunca había pasado del cinquillo o las siete y media y, de pronto, se ve rodeado de luces de neón, de ruletas y de hombres que no paran de decir: hagan juego, hagan juego. Pues hagámoslo, qué demonios. Toda mi fortuna al rojo, o al negro, o al blanco roto, tan de moda en las revistas de decoración.

PD. Fíjense, por favor, en la perfecta consonancia entre el atuendo de mi pequeño y los colores del casino. Qué maravilla, qué saber estar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

como si hubiera estado ahí toda la vida...